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Mostrando entradas de enero, 2009

La extraña pareja

Él llegaba de su trabajo, colgaba su saco en el perchero del placard del ante baño, la mujer silenciosa, le seguía los pasos, él se daba vueltas, le rozaba las manos. Ella sonreía, él con ternura absorbía su sonrisa y sin decir palabras en silencio se abrazaban; luego volaban, ella sus manos en la espalda él con las suyas sujetándola por la falda. Encaminaban sus pasos suaves hacia la alcoba, desnudaban sus cuerpos prenda a prenda, sin la prisa de la urgencia, saboreando la calma, preludio remanso de una próxima tormenta. En la mesas de luz al costado de la cama en ambas un retrato observaban la escena, dos jóvenes adolescentes, hermanos ellos, hijos de un amor, hastiado por el tiempo. Descolgó su saco del perchero del placard, la mujer silenciosa le rozaba las manos, él sonría, ella absorbía esa sonrisa con sus ojos; un beso cómplice, un hasta luego, nos vemos en casa.

Más clara que el agua

Volveré esta noche a soñarte; pondré el reloj en el preciso instante para que me despierte cuando llegues a caminar por el estío de mis calles. Nada puedo darte, la vida no es tan fácil el amor oscuro, no sirve para nadie; dices que me amas pero solo es tu alma que a tu soledad le dibuja paisajes. Tienes el mundo por delante, a tus ojos eres la dueña del aire, destilas su mezcla de oxígeno y sabores, de tu piel los aromas absorben las flores que recoges. Nada puedo darte, lejana estás más que nadie aunque mi corazón se sobresalte, cuando asomas en la ventana de este cielo tan volátil, tan efímero y tan distante. Llegas y alborotas mi aire con tus sueños de volar airosa a mundos distantes, donde los mares dejan de ser murallas y la nostalgia una bella esperanza. Ya debes despertar, nada más claro que el agua, no tengo nada para darte, eres luz de vida yo apenas si llego al ocaso de la tarde y con escasas energías en el alma. Pondré el despertador a la hora exacta, en el preciso instante

Vestigios de tu cuerpo

Me he olvidado todo de ti, hasta de la noche que tu cuerpo irisaba el aire con destellos; torres de tensión eran tus senos. Yo, el dínamo que movía tu cuerpo; tú la máquina perfecta, el complemento. Retroalimentabas al instante mis energías en cada excitación de tus movimientos. Un vestigio de tu cuerpo entre mi cuerpo, atenazando la estirpe de mi sexo entre los labios de tu sexo hambriento. Pero de todo esto nada recuerdo. Que tu último beso fue en ese momento cuando el éxtasis consumía los anhelos, y los fuegos clandestinos de tus besos arreciaban en mis vientre hasta lo erecto. Nada recuerdo, ni tu adiós partiendo con tu desnudo reflejado en el espejo; tus ropas arrugadas en las manos y tu sonrisa en el rictus de mis besos.

Dos labios

Tarde de sol : dos labios, otros labios, un vidrio, una ilusión y un beso dado al reflejo. Murieron : la tarde, dos labios, la ilusión y el beso en el reflejo. La noche pinta un parche de luna en el silencio.

Belleza efímera

Venimos del mismo origen genes de una misma madre; tú eres la belleza de su cuerpo yo tubérculos deformados. De ti han escrito mil poemas, mil pintores te han honrado, eres la más bella de las bellas, yo debajo de tu sombra ignorado. En las manos de los hombres, eres elogio corolario del amor, yo el protector que esas manos no violen tu belleza con dolor. Manos que superan mi barrera en vano intento que no te hieran, y te arrancan en lagrimas de savia y a la muerte segura te condenan. Y vienen otras a suplir tu vacío, el mismo ritual, el mismo sino, mientras tu belleza de rosa es efímera, mi torpeza de espina sigue su camino.

A veces eres

¿Sabes? A veces te vuelves humana; cuando dejas la tierra por el aire ensuciando los muebles y las flores, y olvidas el plumero y el desaire, si desatan tu delantal mis deseos y te busco por la espalda de tu talle. A veces. Te escapas de tu paisaje de cacerolas, de cubiertos, de limones, de la cocina que alimentas con tu vida desde el alba hasta el tiempo que dures, y te exprimes en jaleas de sonrisas cuando los niños se acercan a besarte. Solo a veces. Dejas de lado; los deberes de tus hijos, los planchados de camisas, los lazos cortados de mis viejos zapatos, y te acercas con culpas a tu alma y la vistes; de carmesí los labios, de rimel los ojos, pintas un lunar en tu mejilla, y vives.

Que se duerma el amor

Esta noche es noche de sexo; no es tiempo de hablar de amor, no es importante decir te quiero, ni dibujar la luna entre tus senos. No importa el aire que respiras ni mis dedos trazando, te quiero, desde tu monte de Venus hasta la gruta del deseo. No quiero hablarte de trinos rondando nuestro universo, de cristales de agua clara manando desde tus sueños. Que corran en otro momento cuando mi río esté seco, hoy lleno su cauce quiero desembocarlo en tu cuerpo. Que no suenen melodías ni brillen luceros en el cielo, que el amor duerma en silencio; esta noche es noche de sexo.

Ráfagas de amor

Lluvia de sol por la ventana, fría taza de café en mis manos; otra taza vacía, pero sin manos, una melodía hueca; y la nada. Nada estará como entonces la casa se llenó de recuerdos, desde los resecos jardines al jugo estéril del limonero. Ráfagas de amor, lo recuerdo, entre planicies de tiempos; yo con mi diario en la mesa, ella en su eterno silencio. De a poco se fue muriendo; absorbida por las dunas como agua en el desierto, una rutina absurda, solo eso. Lluvia de sol por la ventana, el sabor a café ya no lo siento, un lugar vacío en la mesa y este fugaz recuerdo.

Esa terrible costumbre (una mancha en la pared)

Terrible esa costumbre de ignorarme como estambre colgado del alambre, las manos abrazando telarañas y mis vinos enredando los paisajes. Me dejas detenido en los andenes esperando ese tren que nunca llega, las vías extinguidas que no mueren y ese horizonte eterno que se aleja. Terrible esa costumbre de ignorarme pasaste por mis sienes tantas veces, mirando como quien mira el derrumbe de lava de volcán que se estremece. Pisaste mis huellas tantas veces en los caminos donde fui a buscarte, siguiendo esta utopía de tenerte pero fuiste viento y te marchaste. Terrible esta costumbre de ignorarme suciedad en la pared, un enchastre, que el tiempo (por ti) vendrá inexorable con el pincel del olvido para taparme.

Poesía vacía (otra más)

-Agradezco tu paso por mi poesía; tu palabra alienta mi osadía. -Sé que tu corazón es sincero al expresarme te quiero. -Gracias nuevamente por tus trazos, pasaré por las tuyas, dejaré abrazos. -Ya sé, tenemos los mismos criterios para pensar del asunto sin misterios. Si, tenés razón, aún no colgué mi poesía; me pareció absurda, incoherente en demasía. Quise darle un tinte que pueda ser comprendida, por ojos de corazones que no hurguen en mi herida. ¿Y porqué los comentarios que te preceden arriba? Solo ensayaba respuestas para algún poeta escriba, que pudiese dejar comentario si subiese mi poesía. Ellos solo definen, me gusta, rima perfecta, en armonía; pero sé que sus ojos ven otra tanta de mis mentiras. Quiero decir las razones precisas, las que siente el alma mía, pero no encuentro palabras, solamente esta tonta y vacía poesía.

Una puerta abierta apoyada en la pared

Una puerta abierta apoyada en la pared, no tiene picaportes pero tampoco se ve; tus ojos encerrados en un cuarto sin luz no miran la puerta apoyada en la pared. Abrazas tus karmas, masticas, insultas: ¡El mundo es una mierda! ¡De él es la culpa! pegas cabezazos en ciega estampida, pero la puerta abierta es tu única salida. En tu terca necedad no hay autocrítica; ¡Ellos los causantes! ¡La vida me castiga! Encubres el crimen de tu propio destino y no la percibes ¡La puerta es tu camino! En vano tu intento de buscar culpables, eres lo que eres, por decisión de abúlico; ves con los ojos inmensamente abiertos pero no ves la puerta que llevas adentro. Aberrante desatino, gestor de fracasos, necio intransigente, paria de ti mismo. ¡Mírate por dentro! ¡Descúbrete de una vez! la puerta está abierta apoyada en tu pared.

Amor; me dueles

Llegas en la ansiedad de mi sangre, oscurecida en locuras y desvaríos, soy preso de tu éxtasis enfurecido, abrazo sin sentir que ya no soy mío. Te hundes en las venas de mi hastío; contaminas mi vida con luz de espasmos sacudiéndome las heridas del descuido, y sigo tu inercia, al límite del marasmo. En esta extraviada existencia me llevas, alejándome del amor de lo que amo, extendido en manos que no encuentran la lucidez suficiente para tomarlo. Llegas, perforas, aspiras mi vida en líneas, te llevas en cada respiro de tu engaño, toda la angustia de años enrarecida y en ella inevitable, también se va mi vida.

Moisés: el hombre y la poesía

Moisés hombre, libre pensador, erudito en poesía, travieso trova que solía escaparse para escribir breverias en grandes lajas con sus amigos; su pasatiempo preferido. Desaparecido por mucho tiempo: una de sus amantes preocupadas salió a buscarlo a su refugio en la montaña; Moisés, por temor a ser descubierto en sus pasiones, trató de esconder sus escritos pero en la desesperación se rompieron varias lajas que quedaron esparcidas por el piso. Hasta ahora solamente se conocían unos pocos versos que en su momento fueron recuperados los cuales están resaltados. Esta es la reconstrucción completa de aquellas posibles breverías que pudieron escribir Moisés, y sus amigos. Amor, sé que el adiós es siempre inoportuno, pero el destino exige que me vaya; y aunque esté en el destierro, sé que me amarás. ¡Adiós! Sobre todas las cosas nunca olvides que te quiero y sé que este amor que me llevo significará para ti un suplicio. Recuerda, me juraste que no tomarás. El nombre de dios, en vano reaclamar

Instantes

Te vienes como un orgasmo desde mi sexo hasta el hombre, enredada en las arterias, oxigenando mi sangre. En el instante preciso eternamente exultante, detienes la geografía, mi cerro entre tus valles. Te derramas en cascadas al cauce de mis torrentes, alimentamos el hambre, dos orgasmos, una fuente.

Niña (tú lo sabes)

Mujer eres, aún en esta esencia concentrada en brotes.

Poesía (sentencia)

Poesía: orgasmo del alma.

Yo me la llevé al río creyendo que era mozuela (adaptación)

Debajo de sauces llorones, al recodo de ese río su voz arrullo de alondra alborotaba mi estío, sus gráciles manos de niña, repasaban su vestido adornados bellamente, con hilos de oro bruñido. Sus mejillas flores de ceibo; rojo carmín encendidas, mirada soñadora ausente como seduciendo vidas; febril inspiración de poetas, preludio de sinfonía y en la vida de los sueños, era trova su armonía. Le regalé un ramillete de magnolias cultivadas en el balcón de mi anhelo por atraer su mirada, distraída en la presencia del río que se llevaba la colores de la tarde y el sol que se retiraba. Bajé mis ojos curiosos, hasta el final de su espalda que asomaba tibiamente por el hueco de su falda; cuando recostó su cuerpo sobre la manta de lino pude ver la tentación que señalaba el camino. Ratos de siglos pasaron, entre su rubor y mi descuido, cuando mis manos desubicaron con ansiedad su vestido; ¡Caramba! exclamé sorprendido. ¿Tu nombre?...Darío Y yo creyendo que era mozuela…¡me lo llevé al río!

Espejismo carretero

Soy lo que ves en mis letras, un tipo incierto: puedo seducir al mundo con la huella de un beso, en la plenitud del alba atraparte al lucero; y puedo ser la nada sucumbiendo en miedos. Ser el plexo que sostenga la magnitud de tu cielo, un muralista del alma reproduciéndote un sueño, el arlequín victorioso en tu tristeza escondida; y puedo ser la piedra destrozando mis dedos. De tu laberinto su salida, la luz de tu corazón ciego, dos constelaciones de osas sobre tus senos despiertos, forjador de tus sonrisas, mi Gioconda de hielo; y puedo ser pecado consumiéndose en el infierno. Ser constructor y vigía, jornalero de tu puerto, subir campanas de bronces a la torre de tus sueños, entre tu puente y el mío construir un aeropuerto; pero mi alma es cenizas sopladas por el viento. Pude haber sido, el custodio de tus secretos, el vicio respirado en los humos de tu aliento, la magnánima esperanza entre los diálogos muertos; pero apenas fui en tu vida, espejismo carretero.

Sinfonía inconclusa ( Final urgido)

Sonabas en mis manos como los sones de un piano, en subliminal melodía de sentidos encontrados, afinados sutilmente en tacto de senos encantados. Ejecutábamos sinfonías con historias de pecados; seduciéndonos en magistrales oberturas sin respiros, en conciertos interminables de gemidos y suspiros. Pintábamos en el aire las siete notas musicales; mi barítono heroico la voz, de mis oberturas mayores, tu voz, magistral soprano de tus jadeos mejores. Sonábamos al unísono, en cierres magistrales, de espasmos tu diafragma en voz de orgasmo, eyaculando mi solo en un final de marasmo. La maravillosa sinfonía quedó inconclusa, cuando la realidad lacerante se me fue de la mano, y en un arrebato de celos, el marido se llevó mi piano.

Pies descalzos

Barriga de luna saltas sobre ella, pequeña pelusa en risas de estrella. Caes en ovillos desde tu aventura, rodando, rodando hasta mi ternura. Pies descalzos, manitas menudas, sostienes mi vida, mi alma desnudas. Movilizan mundos tus ojos de cielo, la vida se vuelve sabor caramelo. Nada más importe niño pies descalzos; deja que tu sueños mezan mis abrazos. Barriga de luna rodando, rodando, que tus pies descalzos seguirán jugando.

Boca cerrada

Muere el beso oxidado en una boca con candado, cerrada por el mal paso del amor que no hizo caso, besando a otra boca coja de honradez y de congoja. Por necesidad mezquina se convirtió en inquina, guardó la lengua filosa el veneno que anquilosa, calló la boca la espuria engendrada por la furia. Su garganta seca aletarga regurgitada hiel amarga, disimulada mirada herida preparando la partida; mas bocas cerradas hieren, que palabras que se profieren.

Cuando lloran las piedras

Cuando lloran las piedras lágrimas de sal, del mar que retira tu empecinado recuerdo, golpeado insistente por olas bravías, que nunca pudieron seguirte en el vuelo. Gaviota de puerto, de extrañas mareas, enamorado albatros partió tras tu vuelo, se internó en la tierra, lejos de las costas, allende en Ushuaia la tierra del fuego. Salieron a buscarte piratas de puertos entre Los glaciares y sus hielos eternos, bajaron en vientos por acantilados, hacia tus moradas, pero no te vieron. Las piedras te lloran gaviota de puerto, buscan la bandada que guió tu vuelo, quizás en su curso hallen tu regreso y vuelvas por ellas al mar de tus sueños.

Amor de adolescentes (amor digital)

Los dedos de Pablo digitan los textos con gran emoción a su amor verdadero: hla bolu ncsito vrt txtraño vrás toy en la kasa dl gor2 pasam a buskr Pasan los segundos con naturalidad, respuesta de Andrea no tarda en llegar: hla bolu q hac por ayá, nostas en la kncha? es muy tard ya Pablo con tristeza vuelve a contestar nada flak n quic irm solo m keré acompañá? Andrea responde con mucha bondad yo tmb txtraño t paso a buskr no imxta si es tard espram ayá Pablo responde masticando un chicle sin mucha ansiedad: bueno na tspero dsp vmos q hacmos t qiero flak Andrea responde con complicidad: tmb t qiero guachin Pablo: nos vmos Andrea: t qiero Pablo: si chau Andrea: chau

La vida (Pensamiento)

La vida es a nosotros como la telaraña a las moscas; cuando entramos en ella comenzamos a morir.

No quiero nada contigo

Prueba con otro, no quiero nada contigo; yo vengo de mil silencios atropellados de hastíos; no dije que no te amaba, solo premedité un lo siento, no quiero nada contigo. Cuando buscabas en alientos macerar tu vida, y bruñías tu sexo con el mío renovando tu apatía; no dije que no te amaba cuando susurré en tu risa: no quiero nada contigo. Alborotando mi sangre con tu calor encendido; perdida en mis laberintos entregabas tus sentidos; no dije que no te amaba cuando murmuré en tu oído: no quiero nada contigo. Cuando vestías tus días con prendas de mi delirio, y en el adiós de mi partida que despertó tu martirio; no dije que no te amaba cuando sellé en tu destino; No quiero nada contigo

Relájate amor

Relájate amor; hay un sobrecogedor silencio deslizándose en tu oído y en tus revueltos cabellos por mis dedos atrevidos, hay una orgía de flores fecundando en albedrío. Relájate amor; deja el gozo a la deriva y vístete de delirios sobre un manto perfumado de fresias adormecidas; libérate en los zumos que endulzan tus melodías. Relájate amor; hay un manantial de vida fluyendo por las acequias, que quieren regar tus sueños de sentir sin agonías; el amor libre y profundo sin que nada te lo impida. Relájate amor; despídeme si precisas que nada obstruya tu dicha; ni esta mezquino amor que te brindo amada mía; se libre como el verano en vuelos de golondrinas. Relájate amor; no hay nadie que te lo impida.

Una mujer de alado sombrero negro

Una mujer de alado sombrero negro, esconde su pena detrás de su velo negro, en el carruaje que tiran un caballos negro, un féretro de fina madera de aromo negro. Entre murmullos de gentes vestidas de negro, desciende las escalerillas del carruaje negro, bajo el sombrero una trenzado de color negro, sujeta entrelazado un ceñido moño negro. Restan sus manos cuentas de un rosario negro y sollozos de rezos sobre el féretro negro, marcan el patetismo de un cortejo negro, que desfila silencioso al mausoleo negro. Despide a su hombre muerto por un negro, rencor justiciero de un brutal engaño negro, que destrozó su esperanza con un disparo negro, sumergiéndola por siempre en un abismo negro.