Es la piel del ser permaneciendo intacta: capullo encapsulado por vertientes de seda y amatista. / Toda la estirpe reflejada en esos ojos, toda la mansedumbre, toda / Regresa cada ímpetu, cada espacio a editar su cansancio futuro; la contemplo desde mi senil impotencia, ella me soporta, sabe que la amo. / Duerme recostada sobre sus urgencias / Le robaré al ruido un silencio y se lo colgaré a su oído. ¡Qué nadie la despierte! Acuna sueños en su cansada espalda.
Ayer la necesité, ella no estaba La extrañé siete vidas. Fui a mi boca por sus sonrisas, me toqué los ojos y le escribí un poema, mis versos regaron su espalda de alas. / Una niña juega a las muñecas se parece a una mariposa enamorada; maquilla, desviste, viste y peina. Sueña, sonríe a su esperanza / También ella es niña. (Ayer la necesité) Había una muñeca sobre mi cama no era mi niña, ésta me esperaba. Algunas veces dijo amarme. Le creo. Sigo amando su voz en la muñeca callada. Fuimos amantes de cabellos y dedos; yo desnudaba su peinado; ella sonreía. Seduciéndome. / La niña desempaca sus espejos, llora muñecas rotas aplastadas por los miedos / Ayer vino a besarme con palabras, recogí sus plumas de mi almohada. Hoy la extraño otras siete vidas; temo por sus alas.
Como un niño travieso se escapa como un látigo de luna que sisea tentáculo holográfico que de un quieto anhelo se desprende como una certidumbre de vida arrastra el apetito de roces ella al alcance de un beso al oído de un aromado te quiero en los ojos de un químico enlace de sudores en los labios espera e intuye que otra vez no llegará que los pies de plomo se amuran al suelo de sus miedos el hombre y su hambre masticará cobardía por lo bajo /y sus ojos/ sus manos en los bolsillos clavarán las uñas contra sí mismo y se diluirá como siempre hasta morir en el intento retrayendo la culpa /por lo bajo/ un holograma huirá sin los abrazos /que inertes se replegarán/ hasta morir asesinados por la cobarde inacción de su amor.
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