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Mostrando entradas de marzo, 2011

Oropel

Al igual que ayer, cuando la tarde cerró su sombrilla de estío sobre la cabellera de un sauce. Al igual que ayer, abrí los relámpagos que escondía mi garganta y esputé granos de sal en los cráteres de la ausencia. Entonces, se desgarró la piel del viento cayendo sobre la recostada mugre del amor muerto, el de las cien vidas y sus tantos poemas desilusionados. Se han caído mis ojos; ellos sostenían la mirada sobre tu tenso horizonte; no hay palabras contra ello ni cuerda que sostenga mi mano en la falda de la vida; y caigo mientras destejo el hilo que tantos años me llevó ordenar, punto por punto, inexorablemente en filas de a dos,; como si el par perfecto fuese dos, cuando es claro que siempre es uno más un poquito de alguien, que generalmente está ausente. No se puede abandonar una huella circular ni desviar los pasos fuera de un eje que rota en el centro de los ojos; y no hay dolor en la herida ni en la cicatriz de la ausencia; no hay vector preciso de este vacío. Quizás la sangre y