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Orfandad

el pulso tembloroso del soñador sumó otro vano latido que acabó seco en la pared del baño otro hijo de ojos negros parecidos a los tuyos abortó la soledad

Burdas imitaciones de una vida

Venía la rueca con rumbo circular tejiendo bufandas a la angustia; las agujas desabrigadas del tiempo delataban los puntos suspensivos; los demás abandonos eran puntos seguidos. /Juana lloró esa tarde/ Había razones entre sus dedos de chocolate; involuntarias y superfluas; burdas imitaciones de una vida. /Rodó un pañuelo en vuelo incierto/ Es la voz de la intemperie un sonido hueco, deshabitado, desalojado de instintos, huérfano de verbos conjugados. Juana teje surcos rojos en sus ojos. La tarde llueve calle abajo del abandono.

Prospecto

No beses sin sonrojar sus dientes con rouge; no comas labios sin sacarle las espinas; no mastiques un corazón enamorado, lámelo despacio, puede disolverse de manera abrupta y quemarte la vida con su ácido olvido. Si tienes la suerte de encontrar un camino, úsalo al momento; los caminos suelen tener fecha de caducidad y es entonces que caminan en círculos. No planees lo imposible; acepta resignado que es…imposible. Las utopías son como los amores de paso: los bebes y luego se marchan al amanecer con una nota en la almohada, -eso si tienes suerte que no roben tu billetera- frustrándote el sueño. Di siempre, mirando a los ojos; que no se parecen en nada a un cielo ni siquiera al verde -o azul- del mar -porque no todos los ojos son verdes ni azules y hay mares negro y rojo- simplemente húndete en ellos. Si te pide un beso, dale dos -puede que no haya otra oportunidad- y si se queda con hambre, estarás en posición de negociar y de poner nuevas condiciones pero en tu propio terreno. No alter

Derechos registrados

Te cedo todos los derechos; pero acuérdate que hace más de mil días fueron liberados amores de propiedad compartida. No es que no me interese acunarlos, solo que me incendian la piel en la calidez exagerada de la nostalgia, cuando la friolera de los incunables años abre su troglodita memoria. Además, ya no dan rédito, depositados en las cuentas cerradas de un vetusto coleccionador de amoríos muertos. Si quieres los puedes incendiar y arrojarlos al mar, para que no sobrevivan al balance final de tus recuerdos.

De uvas verdes

Tócame los músculos de la memoria y regresa cada tanto a decirme, que no soy tiza borrada en el aire. Recuérdame el haber no escrito en el muro de los perros negros: “que tarde se hizo para olvidarte”, y esta curiosidad malsana de saber si aún sigues, pegada a los ladrillos de la plaza del hambre, donde nos comíamos sin masticarnos, tragándonos como oblea de ostia; engarzándonos entre los dientes los besos de uvas verdes, justo antes de medianoche.

Donde los cipreses

Tuvo una forma un perfil una voz cincelada en cobre un añil taparrabos de piel de credos dos piernas de esfinge taladrando los ojos. Cargó en su cetro los prepucios de la noche fue reina avispada de los zánganos arrastró consigo las eras de lumbre de los soles de estío pero no pudo no estuvo no cupo allí donde descansan lo cipreses secos por eso… solo por ella reverdezco.

Profana

Debajo de tus uñas más profundo aún debajo de tu dermis quizás debajo de ti hay vestigios de mí de mi piel profanada de mi espalda trazada por tus orgasmos matinales.

Apenas un comentario

Mientras el café humeaba en los alientos y ya nada había para explorar en los orgasmos de los besos descubrí que debajo de tus bragas habitaba un planetario que contenía todas tus estrellas y ninguna reputación marcada apenas un comentario sobre como consumirte cruda con el simple aderezo de una poesía.

Al costado de los labios

¿Qué dirías luego del primer abrazo, luego del preludio amanecido, acurrucando un fulgor entre comillas, delatando ojeras trasnochadas? De haber imaginado que el queso de la luna alimentaría los ratones de los vientres, hubiese planeado una estrategia, un ardid de enamorado, para no dejarte a dos pasos de la huída o a un palmo del último pecado. Abrase visto tanto descaro, tanta virtud de estafador, que para seducirte he timado los versos a un poeta, libado la paz de los laureles para liberarte conmigo. ¿Qué dirías entonces al cerrar la piel sobre los trazos de los sueños para dejarlos abiertos sobre la mesa de noche, al costado de los labios? /Se recuesta la espera en los pies fríos del poeta. Subyugado por tersuras de axilas bosteza un almanaque la pereza de los días / ¿Qué dirías ahora que se acaban los versos y las palabras añoran rearmarte en poesías, y no encuentran los labios en el lugar que besaste? Acaso no sepas; abrió Mayo sus ventanas ateridas colgando en la silla la piel d

Arenga a los amores secos

Ella contaba las horas, las caídas, los naufragios azules de sus ojos; me hablaba de un tiempo extraño donde la humedad de la piel jugaba con las ranas de los charcos; todo era sublime, como un cuento de lluvias. Ella hablaba por mí; decía que volver cada tanto a remojar los pies en los recuerdos, arengaba a los amores secos y le plantaba una sonrisa a la utopía. Que amar por amar; inventar una ilusión, era desgarrar el aburrido hastío hasta dejar entrar un brazo suave que abrace, que tome por detrás a la penumbra y le aclare al silencio que nada regresa de la muerte y aún así, seguir amando. Y me habló al oído. Murmuró chubascos sobre los hombros, descerrajó cortinas de luz sobre una noche espesa donde su boca evolucionó un llanto hasta entonces reprimido. Cerré los ojos y se durmió conmigo.

Consentida de riqueza abúlica

Si me conocieras no atravesarías la noche para beber esta languidez que empacha los días ni serías ave azúcar que picotea la sabana desesperada de una manzana partida. Trozarías las hojas en mitades irregulares para que al caer sobre las mieles no rearmaren al imberbe figurín que idealmente modelas con tu partitura de poeta de niña bien consentida de riqueza abúlica. Si me conocieras huirías dejando tus zapatos de cristal enredado en las muecas del puñal de mi locura de mi convencional estructura de nigromante desacertado que no le atina ni al centro de su llaga con la última bala de cordura.

Códices

Para plagiarte tal cual entonces, he masajeado la memoria de anaquel junto a los códices de un alfabeto blanco; he aspirado a más como un brote tierno ansioso de savia y humedad de barro. No respondieron los pies al escribirte y se quedaron quietas las palabras de amor, entumecidas de ignorancia.

Oropel

Al igual que ayer, cuando la tarde cerró su sombrilla de estío sobre la cabellera de un sauce. Al igual que ayer, abrí los relámpagos que escondía mi garganta y esputé granos de sal en los cráteres de la ausencia. Entonces, se desgarró la piel del viento cayendo sobre la recostada mugre del amor muerto, el de las cien vidas y sus tantos poemas desilusionados. Se han caído mis ojos; ellos sostenían la mirada sobre tu tenso horizonte; no hay palabras contra ello ni cuerda que sostenga mi mano en la falda de la vida; y caigo mientras destejo el hilo que tantos años me llevó ordenar, punto por punto, inexorablemente en filas de a dos,; como si el par perfecto fuese dos, cuando es claro que siempre es uno más un poquito de alguien, que generalmente está ausente. No se puede abandonar una huella circular ni desviar los pasos fuera de un eje que rota en el centro de los ojos; y no hay dolor en la herida ni en la cicatriz de la ausencia; no hay vector preciso de este vacío. Quizás la sangre y

Ayer te amo

Ayer te amo, qué importa el tiempo. Pensar que detrás de las ojeras hay huellas incoloras de una amnesia, amnesia de un presente. Entre el follaje de las barcas los pájaros en celos aluden ciegos con picos ciegos los ojos ciegos y soy amor pretérito y dices: no es cierto y digo ayer te amo, y dices ¡no es cierto!... no se puede tocar la piel antigua de la ausencia ni esconder bajo el tapete el polvo de estrellas ni abrochar los besos de unos labios al respaldo de una hoja al viento, y eres viento -y digo: ¡ayer te amo! y eres mientras arrecias las palabras -y digo: soy ayer. Ayer soy abrazo a mitad de camino, ayer inválido tranco largo, ayer de ajena, distante, imagen diluida, empobrecida memoria, desgastado pretérito. Te amo mañana bajo el a-temporal verbo de una espera.

Con las bocas llenas

Maleducada. Bajo mis axilas te asilas, te arropas. Maleducada. Bajo mis uñas te arraigas, me roes por dentro, intrépida, indulgente. Maleducada. Tomas los atajos, los cincelas a tus antojos; destajas las llanuras. Las planicies despobladas los pueblas de pueblos nómades, de infantes traviesos que juegan rayuela hasta el cielo de tu niña, de tu niña que lame piel de alborada, que se desliza vientre abajo y puebla mi despoblado rebaño: de acertijos, de solitarias travesías, contando desesperadas esperas por alcanzarme. Maleducada al irte por los márgenes del diluvio, sustrayendo los restos de mí que boyan en tu útero. Maleducado tu pubis, maleducado mi instinto; sorteando los relieves, mixturando los colores: negro-cano, rojo –ensortijados- entre piernas, entre bocas lascivas, maleducadas, que no hablan pero gimen con las bocas llenas de espasmos. Maleducada me bebes: insolente, atrevida. Sin importar la sintaxis -de las lenguas- hablamos el mismo idioma, sin errores de ortografía.