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Mostrando entradas de octubre, 2008

Soledad bebida

Tras negras rejas estoy encerrado, pura hiel de silencios he bebido, por la triste ausencia del olvido, la muerte de mis sueños he besado. La soledad púsome un candado, clausurando con llave mi destino, en el sopor por mi andar cansino, en eterno vacío estoy varado. En trajinar de días que no incitan, a buscar la paz que no he tenido, los rebeldes fantasmas me visitan, destruyendo los sueños que he parido, que en pena y martirio fagocitan, la amarga soledad que he bebido.

Amor y culpas

Y libramos en el ocaso de los años, la guerra encarnizada de las culpas, ella talló mis defectos con su lengua, yo enarbolé mi amor como disculpa. Ella masticó su bronca resentida, esputando antiguos odios en mi rostro, yo le clavaba flechas de cupido y dardos de ternura con mis ojos. Las blasfemas ensuciaron su lenguaje y el hiriente verbo de su odio, intentando mancillar mi corazón, con el injusto castigo del oprobio. Alimentaba la angustia con su ira, revolviendo fantasmas olvidados, nada era más fuerte que mi amor, nada, ni siquiera mis engaños. Con la cálida luz de mis palabras, la noche de su alma fue apagada, ella calmó en mi paz sus arrebatos y en el perdón calmó su alma.

Respeto

¡Silencio!... alguien ha muerto, mis versos hablarán en su memoria, apenas serán en una estrofa, hoy ha muerto un amor, ¡Dios lo tenga en la gloria¡

Cuando estoy contigo, cuando no te tengo

En la incontinencia fluctuante de la espera, el reloj testigo certifica en tu regreso, que la medida del tiempo es la misma, cuando estoy contigo y cuando no te tengo. Te amo mujer en tus silencios, en la distancia eterna de los tiempos, ese que te sostiene dentro mío, sin claudicar cuando me acechan miedos. Porque eres el amor enraizado, con raíces profundas en mi pecho, y que ningún temblor socavará las riendas que te sujetan a mi suelo. Te amo mujer cuando estás tan lejos, porque eres el todo que poseo, cuando juras con tus besos que me amas, cuando estoy contigo y cuando no te tengo.

El reloj

Escribió la mañana su preludio de fuego, salpicando de aurora el mutante cielo, mostraba su marca redonda y naranja, el astro encendido que brillaba trémulo. El día tiñó tus rojizos cabellos, peinados apurados por temblorosos dedos, de peldaño en peldaño bajabas corriendo, la empinada escalera del motel del lago. El tiempo apuraba tu urgencia atrasada, el reloj de la torre en campanadas sonaba, marcando el momento crucial de llegada, del marido ausente que tú no extrañabas. La piel de tu rostro de pasión marcada, llevaba las huellas de una noche larga, que el hombre infinito el que amor te daba, dejaba en tu cuerpo cuando te entregabas. Pereció la angustia que tu urgencia llevaba, cuando al borde del miedo que te desmayaba, en derroche de suspiros feliz observabas, que el reloj marcaba la hora equivocada.

Estremecimiento

Donde el temblor mueve las paredes que sustentan, la armonía del silencio acunado en tanto tiempo. Los pies con debilidad de goma se despegaron del suelo, mis brazos se extendieron hasta sostener el cielo. El poder que movió el alma y derrumbó lo concreto, fue de tus labios dos palabras…te quiero.

Alas quemadas

Repaso el cielo que ayer remontaba, en torbellinos violentos que al sol intentaba, acercar mis alas para que quemadas, pudiese caer en mortal picada. El vuelo fue corto, el corazón explotaba, no se si por el esfuerzo o la carga pesada, lo cierto es que el aire mi pecho quemaba, en cada inspiración que mis pulmones daban. Ella era mi cielo, él me cobijaba, en ella mis alas se acurrucaban, como el ave herida que se refugiaba, luego que una piedra rompiera su casa. Y fue esa misma piedra, que un día arrojada, cercenó el amor que me alimentaba, decidí alejarme a quemar mis alas, allende en el sol y morir en picada.

Octubre, el de la plaza

No existía mientras no estabas, llegaste en la madurez y en la soledad de mi alma, no he nacido para ti, yo ya estaba, esperándote sin esperarte, agazapado en el tiempo, resignándome a mi nada, y era octubre, que reverdeció en esperanzas. Nostalgias de un octubre, de un año marchito, resurgías de la nada como un duende de la noche, te prendías a mis ojos y nunca te marchabas, Octubre de la plaza, de las flores amarillas del árbol que nos cobijaba. Octubre amor, cuando éramos apenas un beso de apuradas, entre tus urgencias y mis deseos que no te marcharas, y los ojos indiscretos y nuestra audacia, y el camino que subías cuando corrías a tu casa, apurada por el tiempo de justificar tu tardanza. Octubre amor, aquel el de las esperanzas, nada volvió a ser desde entonces, nada más que esta nostalgia, que se repite en cada verso cuando evoco tus miradas, y es doloroso decirlo, no naciste para mi, yo ya estaba.

Algo mas que amor

Prefiero el amor, con sabor a interminable caramelo, disolviéndose en la boca… en la boca del deseo, pudiendo vivir el ahora y saboreando los regresos. El amar no es solo amor, ni un reloj que no marque horas, yo necesito tenerte más allá de este momento, no me conformo con poco, tengo mucho amor adentro. Y no me importa el instante que dura un efímero beso, sería inconcluso mi amor si mañana no te tengo, no basta solo un instante, hace falta mucho mas que eso, el amor es solo el aura que envuelve el embeleso, y es solo la piel que contiene los deseos.

El engaño

Cómplice la lluvia con tus lágrimas se fue mezclando, rodando por tu mejillas confundiéndose en el fango, que a tus pies, pegajoso, succionaba el desencanto. Desencanto que provoca, la ruptura de aquel pacto, que nadie sufriría por el amor engañado, y aquella tarde de lluvia lo encontraste entrelazado. Entrelazado a dos piernas que apretaban su cintura, estrujando lo que fue tuyo tantas veces sin premura, tras el vidrio que chorreaba lágrimas de lluvia. Lágrimas de lluvia que desmadran, el incontinente cauce del río de tu llanto, y el pegajoso fango que succiona tras tus pasos, aquel pacto de amor y al amor engañado.