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Mostrando entradas de octubre, 2009

Meridianos

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Todo habla de ti, hasta el olvido te recuerda. Trago dulce, bautismo de piel sobre mis coordenadas, flagrante apotema en travesía hacia mis frágiles lados. Circuncida los poros que respiro el aire mezclado de tu polen morena rosa sin espinas. Habla el cristal son huellas de tu nariz oliendo la distancia de lluvias, vacuos senderos donde me encontrabas. Cada lágrima de pétalo es un pedazo de ti que recojo para a/r/marte sobre mis escamas.

A tu precio

Humíllame bajo tus talones inclíname la vertical; sométeme con besos ácidos friega tus senos sobre mi ceguera; mastica tu rencor suéltalo sobre mi lengua; aprieta con furia mi hombría patéame el pecho con tu uñas, arrástrame de los oídos llenos de cera; pero no me aplastes con tu indiferencia.

De paja y trapos

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Ya no pides ni exiges tu porción de espanta-miedos, permaneces escondida intentando no ser tan amada, ignoras los reclamos sumergidos que erogan carencias de paja seca, dosificas el tiempo, el verbo conjugado a cuenta gotas y el lacre chorrea espeso obturando la memoria selectiva pervertiendo siglos que transcurran en segundos. Para que hasta entonces el espantapájaros haya adormecido su ingenuidad de ser humano. / Amado /

Niña de enero

Me subyuga cuando trepas el trampolín de mi circo, llegas abrasando mi frío te posesionas, le escamoteas sus escarchas lo vuelves impotente hasta dejarlo mustio sobre la arena, temblando de frío. Niña de enero verano de mi istmo, desconsolado y aterido te espero acurrucado sobre la última carroza de mi nómada vida, en este circo que se incendia en alboradas de siglos, el último para este payaso desteñido.

Sin...

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Se mezclan, masa informe de letras de plástico con dedos diluidos sobornables débiles tibios idos. Chorrean, caen como lluvia ácida sobre el silencio, en la oquedad de la llama tenue que se apaga sin aire sin poesía.

Calladas (Se esfuman)

Se esfuman, las letras se esfuman sobre la hoja de niebla que sostiene la musa que también se esfuma con ella. / Calladas / Las veo partir silenciosas, lentamente, sin pausas. Les he hablado de amor para que no se vayan; les he contado de mis días para que no se vayan; desparramé te quiero en todas sus ventanas para que no se vayan; pero se esfuman tras las persianas. / Calladas / (¡Y cuánto me hacen falta!)

Las alas de la rosa

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Hay una rosa en la humedad del suelo, sus pétalos deshilachados huelen a tumba ¿Has visto alguna vez alas sin mariposas? Mira las hilachas de esa flor muerta, acaso sean alas marchitas. / Quizás la rosa, última metamorfosis de la oruga /

Cosas que se dicen

Dicen: / hay una realidad vertiginosa llamada vida / Y yo escribiendo a musas desdibujadas en manchas de humedades descascaradas como otras manchas sobre recuerdos húmedos, viejos, como esta imagen descascarada y seca que se dice poeta.

Imaginario

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Con nocturnos pasos anhelantes caminaba contando las baldosas dibujando su rostro en la vereda, alguien interrumpió su aire no se dio vueltas para ver quién era. Se detuvo en el entrecejo justo encima de una baldosa floja, brotaron lágrimas debajo de ella y dibujó un pañuelo desde su cabellera. Con el cordón de la acera un collar de madreperla; robó dos luces verdes de semáforos le puso vida a sus ojos; sobre su estilizado garbo dos piernas de siempre verdes prolongaron su cadera; como cálidos brazos tomó prestado dos gajos de madreselvas; bajó la luna menguante para su sonrisa, y se tendió a su lado a dormir con ella.

Entre tus dedos (Garúas)

Quietas mano eras sobre la tarde emancipada. Oye la lluvia en los gorriones, temen el silencio del sol ausente; escúchame: / absorbe la plenitud del agua y plántame un beso de nubes derretidas, seduce al grafito de mis raíces / Y el beso respondió gallardo desde tu esfinge altiva de rosa negra; fueron resina los elogios boreales que tu boca prodigó a mi basta geografía; saboreo tus manos disfrazadas de lluvias gotas filosas cortando la sequía. / son mis gorriones sin miedos regresando entre tus dedos de garúa /

A tus muslos

Sobre tu amplia frente he derrapado un beso en descendiente hasta las curvas que forman tu escollera y descubrí tu vainillada esencia regando amapolas negras entre tus piernas. Y tus muslos ¡Ay amor, tus muslos! compuertas abiertas a mi torrente, tornaban vértigos nacarados entre tu amanecer y mi poniente; entonces cantamos en sonidos primitivos, golpeando paredes de vientres plácidos; languideció trémula la calle, se calmaron las vertientes, sobre tu escollera los restos desfallecientes y tus muslos amor ¡Ay tus muslos! Se abrieron para otro beso derrapando desde tu frente.

Rueda la piedra

Te hablo de amor hasta la locura de la piedra que rueda sobre la memoria fresca, moliendo horas insensibles y tú ni te enteras. Pero cuando te amo no me nace la tristeza ni la angustia, tampoco tengo razones para llorarte, de igual entonces lágrimas brotan cuando imagino la locura de la piedra; otro día muere y tú ni te enteras.

De tus partes

Ando sobre lo andado, preguntándome cómo será amarte estando sobre tus senos en el país del no me acuerdo. Pobre como mendigo sin brazos ando que te ando en la intransigencia, puede que me absorbas hecho aire y me encuentres en algún descuido saboreando un pedazo de ti que ha quedado entre los labios y mi costado. Hasta entonces pasarán cielos encapotados, y mi piel sin paraguas y sin manos.

La sexta luna

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Casi muere el quinto mes, ya se fue agosto y se llevó una vida, la primavera de septiembre sin flores espía a la espera, no sé que espera, quizás otra luna de abril renacida, un quinto cuarto menguante en terrazas regadas con aguas de cocos. Mientras tanto arriba en el sexto balcón de octubre, hay una sonrisa atrapando las hojas de un ciprés que no terminan de caer.