La última esperanza (de los sueños)
Amanecí lloviendo, detrás mis sueños;
anegándose en la esclavitud de mi letargo,
ansiosos, irreverentes, en estado de alerta,
que abriera la compuerta a la visión al mundo.
Fueron por más, enterrándose en el lodo,
regurgitando espumas por los poros;
la liviandad del alma manifiesta
flotaba en los charcos como anuros.
Y renacieron en los cuerpos malolientes
que apretujados luchaban contra un muro,
embistiendo torpemente sus conciencias
en el intento de escapar de su futuro.
Y los vi salir, desparramando miserias,
lamentándose víctimas del descuido,
viscerales espasmos contraídos
esputaban el temor en sus gemidos.
No eran miles, ni cien, tan solo uno;
en sus pies las heridas no importaban,
las manos con humildad suplicaban,
y en la mirada su última esperanza.
anegándose en la esclavitud de mi letargo,
ansiosos, irreverentes, en estado de alerta,
que abriera la compuerta a la visión al mundo.
Fueron por más, enterrándose en el lodo,
regurgitando espumas por los poros;
la liviandad del alma manifiesta
flotaba en los charcos como anuros.
Y renacieron en los cuerpos malolientes
que apretujados luchaban contra un muro,
embistiendo torpemente sus conciencias
en el intento de escapar de su futuro.
Y los vi salir, desparramando miserias,
lamentándose víctimas del descuido,
viscerales espasmos contraídos
esputaban el temor en sus gemidos.
No eran miles, ni cien, tan solo uno;
en sus pies las heridas no importaban,
las manos con humildad suplicaban,
y en la mirada su última esperanza.
Comentarios
¡Que maravilla Daniel!
Besos.