Piel a piel

Hojas muertas
arrastra el tiempo,
se acumulan en la acera
de la gastada memoria;
en remolinos se agolpan,
en ráfagas se muestran,
queriendo auscultar la historia
que en el tiempo se aleja.

Arrugas de piel ajada
entre los surcos guardaban,
la tersa piel de tu cuerpo
joven como una mañana;
eras entonces la plenitud,
yo el peregrino en calma,
y bebía de tu fuente
la fresca brisa del alma.

El discurrir fatal del tiempo,
detenías con tu vida,
el que marca la diferencia
entre tu edad y la mía;
nada te importó
más que la vida aquella,
fuimos complementos perfectos,
dos caras de una misma moneda.

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