Sobrevives a mí

Sobrevives a todo: en los negros versos que te escribo,
los que perpetúan tu memoria y de hiedra te han vestido.
Ellas hablan del amor, mutado en piedra enmohecida,
trepado en grises paredes del alma que no te olvida.

Sobrevives aún: a pesar de mi amargura enceguecida,
en el recóndito lugar que muerde el tiempo. Y la vida.
Transformada en cenizas, en urnas de maderas frías,
bajo el peso de negra tierra, en un páramo sin días.

Y sobrevives: a la decadencia de mi alma que huye
masticando empecinada la angustia que fluye,
entre la contradictoria espera por tu vuelta,
y la mortuoria tumba de olvido que te encierra.

Es mi cuerpo carcelero del alma que te conserva,
con arneses de fría espera sobre paredes mojadas,
empeñada en retenerte sabiendo que adonde vayas
estarás sobreviviendo a mi muerte declarada.

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